El piloto que viajó en el tiempo a la antigua Roma (Video)

20 Ene, 2019

¿Son posibles los viajes en el tiempo? La respuesta es, sí. A primera vista, una afirmación de tal calibre puede sonar fantasiosa si tenemos en cuenta nuestros parámetros de la realidad.

Desde siempre, en la escuela, se ha explicado que el “tiempo” es lineal; es decir: tiene pasado, presente y futuro. Sin embargo, analizando el testimonio de muchas personas que han sufrido anomalías espacio-temporales podría afirmarse que el tiempo se comporta de un modo incompresible para nuestra lógica cotidiana: “sin ninguna razón aparente, debido a que un vórtice temporal interviene, podemos hallarnos en un futuro inesperado o contemplando momentos y lugares del pasado”.

Esto, sin duda, es lo que podríamos pensar al observar casos como el de un piloto, de apellido Davies, que en 1992 despegó de un aeródromo privado de Chester, Inglaterra, pilotando una sencilla avioneta Cessna. Su objetivo era llegar al aeropuerto Speke de Liverpool, pero algo le esperaba en su vuelo…

Todos los indicadores marcaban bien los niveles de la avioneta. El cielo, en calma. Los sonidos de la avioneta con sus singulares tonos y ese traqueteo único cuando vuelas en un pequeño artefacto. Las nubes en el horizonte. Davies pasa en este momento por la zona de Stamford Bridge y se da cuenta de algo extraño.

Tendría que estar observando en la superficie coches del tamaño de hormiguitas circulando por las carreteras M53 y M56, Y se lleva una auténtica sorpresa: esas carreteras han desaparecido. No puede ser. Quizá, como siempre piensan los protagonistas de estos eventos, son ellos a los que están equivocados. Pero Davies revisa su cuadro de mandos y no hay error. Está en Stamford Bridge por las coordenadas y su geolocalízación, seguro. Pero no hay ni rastro de esas carreteras.

Mirando hacia abajo, el piloto, totalmente intrigado, desciende su avioneta para echar un vistazo a la zona. Quiere verlo mejor. Lo que ve no le resulta familiar. Su corazón en ese momento casi salta por los aires. Parece un escuadrón militar. ¡Los prismáticos! ¿Dónde están?

Davies busca los prismáticos de 10 x 50 aumentos en su pequeña cabina para captar más detalles. No hay nada, es todo campo y casas bajas, cuando debería haber una ciudad y carreteras. Solo ve césped, una vieja calzada y ese escuadrón. Les enfoca haciendo una pasada con su aeroplano. Parece que van organizados como las milicias romanas. A su derecha hay unas construcciones similares a las villas del imperio de Julio César.

Una niebla espesa y a baja altura parece envolver todo el entorno poco a poco y comienza a tapar la visibilidad del piloto, que ya no puede ver toda esa escena costumbrista del imperio que llegó desde Egipto a Gran Bretaña. Aquel extraño vapor se había formado muy rápido, como artificialmente, y comenzaba a engullir a la avioneta…

Cuando Davies deja atrás la neblina, observa la autopista A548, los edificios grises y los coches diminutos. Todo había vuelto a la normalidad tras encontrarse con un pliegue del espacio y el tiempo, con un asombroso viaje hacia la época de las luchas entre bretones y romanos. No se lo podía creer, así que decide sobrevolar de nuevo la carretera M56 y lo hace en círculos para verlo mejor pero no observa nada extraño esta vez.

Nervioso por lo sucedido, aterriza y rápidamente llama a diferentes prefecturas del Ayuntamiento de Cheshire para saber si en ese momento hay algún tipo de rodaje cinematográfico de algún péplum de romanos. Pero nada. Y es que aquella llamada era absurda ya de por sí porque las carreteras igualmente debían de haber estado ahí durante su experiencia. Y solo pudo ver campo en cientos de kilómetros a la redonda.

El protagonista se quedó convencido de que había sobrevolado una zona británica ocupada por el imperio romano miles de años atrás y lo cierto es que no era al primero al que le ocurría algo así sobre los cielos de Chesire.

Un renombrado piloto de helicópteros con entrenamiento militar aseguró en el mismo año que perdió comunicación con la torre de control en otro vuelo por la misma ruta. Los detalles se los quedó para él, ya que jamás llegó a especificar qué vio. Tenía miedo de que le pasara como al oficial de vuelo Brian Holding, quien el 7 de marzo de 1922 despegó del mismo aeropuerto de Chesire en un viaje con destino a Gales.

Durante su vuelta, cientos de testigos observaron su avioneta dirigiéndose hacia el aeropuerto de Chesire. Jamás llegó y nunca se encontraron los restos. Las comunicaciones se interrumpieron de repente y jamás volvieron a recibir eco de radar del aparato. La caja negra nunca fue localizada. Diferentes avistamientos de ovnis fueron realizados unas semanas antes de este incidente por esa misma zona, pero nunca hubo nada concluyente. Un avión y un piloto entero tragados por la tierra o, en este caso, por el aire.

Lo más interesante que podemos ver en estos casos de Chesire es que, en el primero, la visión del piloto no se complementa con la de los soldados, que, sin duda, habrían mostrado sorpresa al ver un singular «pájaro mecánico» sobrevolando sus cabezas, cosa que no pasó, como si de nuevo estuviésemos ante una simulación, o, al menos, el testigo se movía de forma invisible a los ojos de aquella escuadra romana.

Es el fenómeno de los vórtices en su vertiente más pura: una sola persona en un entorno controlado, una niebla que comienza y finaliza el evento y, entre medias, una visión en alta definición de un entorno físicamente imposible en 1992.

En el caso del vuelo desaparecido de Brian Holding, tenemos un aparato que jamás aterriza, de forma similar a lo que ocurrió con el famoso vuelo 19 que despegó de la base de Fort Lauderdale, Florida, en 1945. Los aviones aparecían de nuevo en la ficción en una gran escena de la película «Encuentros en la Tercera fase» de Steven Spielberg (1977).

En la realidad, tanto el escuadrón de la Segunda Guerra Mundial como el avión de Brian Holding permanecen en el más profundo y desconcertante abismo de las desapariciones extremas en el mundo de la aviación. En el caso del vuelo 19, en el famoso triángulo de las Bermudas. En el de Brian Holding, en la zona de Chesire, donde otros pilotos reportaron anomalías asombrosas.

¿Sería posible que ese piloto hubiera encontrado una puerta de entrada hacia otro tiempo, pero no la de salida? Los misterios del dios Chronos, siempre guardando secretos para los hombres que se atreven a viajar por los cielos…

Texto extraído del libro ‘Viajes en el Tiempo’, de Vicente Fuentes

https://youtu.be/-TkkmpbeHlE

VER TAMBIÉN ▶ Extraño incidente «espacio-temporal» sufrido por una mujer en una carretera de España

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1 Comentario

  1. La lógica deductiva, que surge de la relación y unificación en un solo conocimiento de las ciencias espaciales, terrestres y sociales, explica y enseña que estas «entradas» a otra(s) dimensión(es), en realidad son «efectos» de entrar en sintonía con la frecuencia de energía del «registro akásico», el mismo del que hablan los lamas del Tibet, que es el lugar de la «memoria virtual» del universo, que incluye la del planeta, a nosotros y a todo en ella.

    Somos «máquinas» cerebromentales y físicas emisoras y receptoras de energía.

    Energía que es inmanente a cada cosa que existe y de las que se generan «registros» energéticos de todo cuanto ocurre en la Realidad Material conformada por los elementos constituyentes de nuestro universo.

    En consecuencia, son «ingresos» fortuitos, no voluntarios a estas «memorias virtuales», que contienen no sólo el origen de nuestro ciclo de humanidad sino también el de todas las Humanidades Anteriores que han existido en el planeta. Incluso desde mucho más atrás que nuestro mundo logró su consolidación para generar y albergar vida orgánica.

    Para mayor antecedentes y redundancia, es a lo que «ingresan» videntes como Nostradamus, Malaquías, Edgar Cayce, Solari Parravicini; Julio Verne, Tesla, etc. Además de las visiones/ingresos controladas de los profetas bíblicos como Enoc, Daniel, Juan, etc.

    Además, del acceso controlado mediante hipnosis terapéutica respecto a regresiones a vidas pasadas que, por ejemplo, descubrió y dio a conocer mediante libros el psiquiatra Brian Weiss y otros especialistas.

    En conclusión, es real la existencia de esta «memoria virtual» o registro akásico o nombre que quieran darle. Distinto es que, por las naturales e históricas limitaciones mentales e intelecto cognitivas, aún no se tenga el conocimiento correspondiente para que cualquiera pueda «transitar» incluso por otras dimensiones o planos de existencia.

    De hecho, la Vida está «construída» acorde a un tan perfecto «lenguaje y diseño inteligente», que incluso nuestra existencia está «programada» para NUNCA descubrir ni acceder al total del conocimiento y verdades absolutas.

    Y esto, a pesar que estamos dotados con un «chip» de inteligencia de suficiente potencial hasta para descifrar la Vida, en ésta, de adquirir conciencia lógica de la naturaleza y propósito de cada elemento constituyente de nuestro universo; incluida las naturalezas, léase energías, intangibles y trascendentes que generamos y «anidan» en vida en cada uno. Pero, como dije, limitados por ese «programa» y que está «escrito» y escondido en los cromosomas, adn y genes. Etc.

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