La “Epopeya de Gilgamesh” cuenta el Diluvio Universal antes que la Biblia, y nada tiene que ver con su relato, sino que se trata de uno de los poemas más antiguos jamás encontrados
Labrado en piedra en escritura cuneiforme, perfectamente conservado y estudiado en el Museo Británico y enterrado en las arenas del desierto de Irak durante más de dos milenios después de la caída de la antigua civilización asiria.
Su descubrimiento
Un equipo de excavación, dirigido por el primer arqueólogo de Medio Oriente, Hormuzd Rassam, encontró el palacio del rey asirio Asurbanipal, en el año 1853 en lo que hoy conocemos como Irak.
Durante este hallazgo encontraron preciosas obras de arte talladas en piedra y miles de fragmentos de arcilla tallados con escritura cuneiforme. Todas estas piezas contaban con más de dos milenios de antigüedad.
Sin saberlo, habían descubierto los restos de la biblioteca real.
Todo ello fue enviado al Museo Británico, donde se guardaron. No es hasta 1861 cuando contrataron a un joven George Smith para que los limpiara y organizara.
Un día de noviembre de 1872 este joven investigador fue embargado por una alegría que le llevó incluso a desvestirse corriendo por todo el Museo Británico, ante la mirada atónita de sus colegas.
Apenas un poco más tarde comprendieron el motivo de su desbordada alegría. Acababa de leer un relato que formaba parte de una historia imaginada hacía unos 4.000 años, y que había desaparecido durante dos milenios y medio.
Este joven había quedado prendado por las antigüedades que iban llegando de los recientes descubrimientos en Nimrud y Nínive, y llevaba años aprendiendo para entender la escritura cuneiforme y el idioma acadio.
Ese día en que le embargó la alegría, había conseguido leer un relato sobre un mundo ahogado por un diluvio, un hombre que había construido un arca, y una paloma liberada para buscar tierra firme.
Este relato desmontaba por completo uno de los pilares en los que se apoyaba la Bíblia, ya que evidenciaba su procedencia tomando diferentes relatos fantásticos de una y otra cultura.
El imperio Asirio
Los asirios fueron un imperio forjado durante más de 2.000 años, siendo durante el período, más o menos entre 900 a 600 a.c. una de las civilizaciones más avanzadas conocidas hasta la fecha.
Fueron los primeros en desarrollar elementos de protección y armas de hierro, así como desarrollaron la ingeniería, instalando escaleras, rampas, fosos llenos, túneles…
De esta forma ayudaban a sus soldados a entrar en ciudades amuralladas, al mismo tiempo que protegían las suyas. También fueron los pioneros en la construcción de carruajes.
Todo este conjunto les profería una gran ventaja en el campo de batallas frente a sus enemigos.
El legado que dejaron perduró a pesar de su caída, ya que las civilizaciones posteriores adoptaron sus avanzados conocimientos.
Pero sobre todo, la pérdida en su conquista fue intelectual, ya que la biblioteca de Nínive, que se acabó perdiendo en las arenas del desierto, recopilaba todas las avanzadas ideas de esta increíble civilización.
Decidida Babilonia a acabar con el dominio de los asirios en Mesopotamia, encabezó una alianza atacando la capital asiria, Nínive.
En 612 a.C., la ciudad fue completamente saqueada, después de ser asediada durante tres meses, y el rey asirio fue asesinado. Esto marcó el fin del imperio.
La Epopeya de Gilgamesh
Un mes más tarde de la catarsis sufrida por Smith, éste, leyó su traducción a la Sociedad de Arqueología Bíblica de Londres. Se trataba de la primera vez que se escuchaba este poema después de 2.000 años.
Por lo controvertido de su relato, causó debates por todo el mundo. Para algunos, reforzaba la verdad de la Bíblia, sin embargo, para otros, junto con las teorías darwinianas, profería una grieta más a los cimientos del cristianismo.
En estas tablillas se relataba la epopeya de un rey que vio, experimentó y consideró todo, hasta lo oculto. Existen trozos sin descubrir todavía, pero se considera que ya se tienen 2/3 partes del relato.
Se considera una obra de la literatura antigua, contando las peripecias de un héroe, en dos tercios dios, pero con rasgos muy humanos, que se equivoca y que tiene que aceptar la muerte como parte de la vida para seguir avanzando, a pesar de su incerteza.
Durante todo el relato se van contando las andanzas de este monarca, que realiza viajes por el mundo encontrándose con diversos sabios que le van desvelando ciertos secretos sobre la vida.
El relato revela que después de una batalla, cuando Gilgamesh se está lavando los restos de la lucha, la diosa Ishtar lo ve, lo desea y le pide que se case con ella, prometiéndole riquezas y poder.
Pero se trata de la diosa del amor, el sexo, la violencia y la guerra, por lo que sus amantes siempre habían tenido finales terribles y Gilgamesh rechaza su oferta.
Despechada y ciega de ira, Ishtar pide a su padre, el dios del cielo y rey de los dioses Anu que envíe un monstruo a la Tierra que mate a Gilgamesh.
Los amigos de Gilgamesh logran matar a este monstruo, que se trataba del Toro del Cielo, un animal que lo aniquilaba todo a su paso. Viendo esto, Ishtar los maldice.
Gilgamesh, junto a sus compañeros habían ofendido a los dioses con su vitoria, que para ellos, era un acto de arrogancia y desafío.
De esa forma deciden matar a Enkidu, amigo de Gilgamesh, que siente un profundo dolor, no permitiendo que lo entierren. Pero finalmente aprende que debe seguir adelante.
Despide a su amigo con un gran funeral y se embarca en una búsqueda interior en la comprensión de su ser y su propia mortalidad.
Después de esto, parte de viaje, siguiendo el “sendero del Sol y sobre las Aguas de la Muerte”, buscando a un hombre que sobrevivió al diluvio y descubrió el secreto de la inmortalidad. El nombre de este hombre era Utnapishtim.
Cuando lo encuentra, el hombre le cuenta que hacía mucho tiempo, los dioses le dijeron que iban a inundar el mundo y que debía construir una nave y embarcar en ella todas las semillas de vida.
Cuando dejó de llover, Utnapishtim abrió una escotilla y ante su vista sólo había agua. Todo humano había muerto. Entonces envió una paloma y una golondrina, pero ambas regresaron sin encontrar tierra.
Soltó un cuervo, y al ver que no regresaba porque habría encontrado tierra sobre la que posarse, dejó salir a todos los seres del barco, e hizo una ofrenda a los dioses.
Entonces llegó Enlil, que fue el que provocó el diluvio, señor de los cielos y la tierra, cosa que le recriminaron los otros dioses. El dios reflexionó y antes de marchar volvió a Utnapishtim y a su esposa inmortales.
Utnapishtim quería hacerle entender a Gilgamesh que su inmortalidad se debía a un hecho acaecido hacía mucho tiempo, y que a él no iba a ocurrirle nada parecido. No existía ningún secreto para la inmortalidad, ni nada que pudiese revelarle.
Gilgamesh intenta de nuevo la inmortalidad mediante la obtención de una planta marina, pero una serpiente desbarata sus planes.
Finalmente, no le queda más remedio que regresar a su hogar, reconociendo y aceptando su propia mortalidad, y sabio por todas las vivencias y peripecias experimentadas.
Comprende que la inmortalidad sólo la logrará a través del legado de sus proezas, y no de forma física.
De forma serena, en el final de la epopeya se cuenta que Gilgamesh aceptó la mortalidad de los individuos, mientras que la humanidad era eterna y observa a su ciudad como una expresión de esta inmortalidad, que quedará para generaciones futuras.
Por ello se embarcó en una carrera de grandes construcciones, con el fin de conseguir que se le recordara y su ciudad fuese rica y próspera.
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REDACCIÓN: Ana Escudero Satorres
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